CARTA XV

Publicado por eugenesia

«Hola, hace días no te escribo, vos tampoco, ¿estás bien? Espero que sí, si necesitás algo sabés que podés contar conmigo. No sé si puedo decir Estuve ocupada y esas cosas, estuve haciendo cosas que es diferente. Hace poco salí desde temprano y el oxígeno me mató, quedé insolada o algo así, como decían las viejas. No hace falta decir que dormí como un tronco, caí desmayada ese día y al otro me costó levantarme, mala costumbre. En fin, como te decía, contá conmigo si necesitás algo (dinero no tengo, pero puedo hacer apoyo moral). ¿No te pasa que la mugre del monitor te hace ver tildes donde no las hay? A veces veo comas también, pero son diferentes por el simple hecho de ir hacia abajo. Hace mucho escribo esta carta, surgió cuando estaba yendo o viniendo en el colectivo, no tenía dónde apoyame y estaba cada vez más incómoda y no podía escribir. Voy a intentar entender mi letra, veré qué sale de ese papel resaltado con fucsia. Me di cuenta que si tengo ganas de hacer pis y me lavo las manos me meo antes de llegar al inodoro. Me molesta que otros pies toquen los míos o que otras cosas toquen mis pies. Me molesta darme cuenta que alguien tiene metido el calzón metido en el orto. Escribo bien a la noche, escribo peor si lloré. Quisiera que el número de calzado que uso sea acorde a mi estatura, pero no lo es. Nunca recuerdo la diferencia entre bruto y neto. Me gusta que una mujer me toque pero no que un hombre me toque. No usé nunca la palabra cromático (a excepción de ahora). Odio asociar a alguien a un perfume, a un colectivo, a un color. Odio llorar por asociar a alguien a un perfume, a un colectivo, a un color. Me cae bien gente que no conozco, bien podrías ser vos. Recuerdo el once de septiembre cuando volaron las torres, el atentado a la AMIA, la embajada de Israel y el día que mataron a Carlitos Menem. Odié Gran Hermano. Leí 1984 tres veces. Un mundo feliz no es un mundo feliz. Nunca sé si el colectivo que llega y diez es el que tenía que llegar en punto o el de y cuarto que llega temprano. Nunca me junté en la esquina a tomar una birra. Hay hombres conchudos. Tengo caspa. No me gustan los logos de las bandas de rock, excepto el de Nirvana. Odio cuando el colectivo va en onda verde y alguien lo para, me molestan las paradas después de un semáforo y que hacen que pierda el siguiente, las paradas después de doblar y las de más de tres líneas de colectivo en el mismo lugar. Uso un anillo y una pulsera en mi mano izquierda, mi mochila es violeta. No me gusta que una tela se llame rompeviento. Me gustan el olor a nafta y a garage con manchas de aceite en el piso. No me gusta que se derrita el helado. Me deprimen los negocios con temática navideña y las vidrieras con cosas de un sólo color. Me duelen los ovarios, me gustaría saber por qué dios inventó el dolor de ovarios, seguramente porque no tiene y le gusta torturar a sus creaciones. Tampoco entiendo por qué no colapsó el universo si el diluvio fue universal. Hace mucho leí que en la Biblia la tierra era plana o daban a entender eso, nunca lo corroboré, es decir, nunca busqué en las Biblias que hay en casa que exista esa frase. En la casa de al lado hay una juntada, creo que conté veintitrés WWOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO en lo que va de la noche y todavía no entendí ninguna frase completa, también conté cincuenta y siete Boludo. No sé qué enchufaron que se cortó la luz, casi pierdo otra carta. La mitad de la carta está en papel pero la voy corrigiendo mientras la escribo en la computadora, algo se pierde, algo queda, no es la misma carta que tengo en mente. (Veintisiete a setenta y uno). Mi mente es abstracta el noventa y nueve por ciento del tiempo. No puedo ver vasos boca abajo sin imaginar el microclima que se genera adentro. Hoy en Retiro tuve que esperar el colectivo, se habían ido dos y presté atención a lo que me rodeaba. Llegué a las siguientes conclusiones: si sumo el colectivo ciento quince con el veintiocho me dan el ciento cuarenta y tres; pasan por la misma calle el cinco, el seis y el siete; si sumo dos veintiocho me dan el cincuenta y seis; si sumo dos cincuentas me dan el cien; si sumo tres, el ciento cincuenta; pasan el sesenta y uno y el sesenta y dos y si sumo el ciento cuarenta y tres con el nueve me dan el ciento cincuenta y dos. Todos pasan por Retiro, agradecí que el colectivo llegó rápido, seguía haciendo cuentas mientras volvía pero no estaba segura de ciertas cosas. No me gustan los arbolitos de Navidad blancos, siento que me robaron un color. Hacía mucho tiempo que no escuchaba a Johnny Cash y hace tiempo que no prestaba atención a lo que decía. Fui al cine y voy a ir al cine, me gusta el cine. Salí extasiada y con ganas de matar a alguien, el colectivo no ayudaba, la gente no ayuda, directamente. Escuché muchas pelotudeces juntas en menos de una hora de viaje, puteé por lo bajo no tener los auriculares y lo que tenía para leer ya lo había leído dos veces. Le dije a un nene que no saque la cabeza por la ventanilla porque es peligroso, me miró fijo todo el viaje y antes de bajarme le saqué la lengua, ahora la tengo en el llavero. Merendé dos veces, cené una. Odio los cuchillos que no cortan y en lugar de cortar aplastan las cosas, para eso corto con una cuchara y es lo mismo. Anoto teléfonos y no pongo nombres, no aprendo más. Tampoco sé para qué los anoto. Quiero tener enmarcado un billete de Inglaterra, uno sólo, como para mandarme la parte. Tengo un libro de Coca Cola, un libro de Beckett que salía setenta y dos pesos me lo dejaron a veintidós porque entendieron mal la letra donde decía el precio. Uno de Faulkner me lo cobraron treinta y decía cincuenta. Antes de escribir rallada tengo que pensar en rallador. Tengo antojo de flan con dulce de leche y no hay. Iría a dormir para mañana despertar y comer un flan, aunque tampoco se materialice si no lo voy a comprar. Debería patentar las boludeces que digo, no sé para qué pero debería. Los mensajes subliminales son todos el mismo. uahC.»