CARTA XVII

Publicado por eugenesia

«Hola, no estoy de humor y no es por las cartas. Siento bronca, me siento triste, siento todas las cosas que pueden sentirse en el universo al mismo tiempo. Mi cerebro no deja de pensar pero tampoco hago algo como para cambiarlo. Sé que no voy a cambiar nada estando sentada viendo la tele, me siento frustrada pero de mí misma o de lo que me propongo ser para no ser como la masa. El día que se quedó el colectivo no esperé otro, caminé, caminé varias cuadras hasta darme cuenta que ya estaba lejos pero cerca de casa que no es mi casa, es mi habitación, la cocina, el baño. Es lo único que tengo de refugio y es el lugar que más odio en este momento. Siento que no tengo nada mío, que todo lo debo y que no soy la misma de antes. Dicen que las celulas envejecen y se renuevan cada no sé cuántos años pero las neuronas siguen siendo las mismas, el dolor de ovarios sigue siendo el mismo, el oído, acostumbrado a las puteadas hace que mi boca las repita, vomitando bronca que no llega a ningún lado. Y yo acá, estando sentada escuchando la tele. Casi no hay noticias nuevas, tampoco hay pensamientos nuevos y eso me entristece. Siento fragilidad y miedo, miedo a adentro, miedo a mí, a abandonarme y no entenderme nunca, me siento una extraña dentro de mí misma. Intento verme desde afuera y veo a una persona que no es feliz, me veo desde adentro y me cuesta ser feliz, no pido mucho pero no me conformo con poco. Si pudiera analizarme, no, analizarme no, si pudiera volver el tiempo atrás, haría lo mismo procurando no tocar nada, como ahora. Me siento transparente, que no me reflejo en el espejo ni puedo atravesarlo porque no tengo fuerzas. Los pensamientos van tan rápido que no puedo ordenarlos ni catalogarlos, si no hay nada ordenado en mi cuarto, menos lo habrá en mi cabeza, vomito, vomito pero lo que queda es saliva transparente que llenó mi estómago por no tener nada en él. Nunca vomité tanto como cuando era chica, odiaba esas mañanas antes de ir al colegio y vomitar, rutina horrible que duró casi doce años. La única manera que tengo ahora de vomitar es escribiendo pero ya no escribo como antes. Nunca escribo como antes, no me reconozco, no soy yo o era el yo de ese momento, triste, feliz, pero otra yo, otra percepción y otros ojos más nuevos, los de ahora están cansados de ver siempre lo mismo, de masticar siempre lo mismo. Tuve una semana de mi vida en la cual me vestí igual todos los días, días en los cuales estuve en la misma posición por horas o inclusive el día entero, ¿para qué? Para nada, nada tuvo un motivo. Hace poco me siento feliz con alguien que es un motivo importante para seguir, ser yo, mostrarme como soy y no desilusionarme ni desilusionarla. Fragilidad finita, pies firmes y seguir. Eso es, o eso somos. La única seguridad que tengo es saber que está ahí y yo acá haciendo tiempo para vernos o extrañarnos inclusive si nos vimos hace minutos. Abrazos que desearía duraran horas y besos con sabor tabaco armado. Cartas en mano e historias de años que nadie sabía que estaban ahí. Cielos celestes y tés de manzana y canela. Todo eso en una persona que debe pesar lo que pesa el alma, porque es alma, es pura, es transparente, así me imagino un alma, aunque dude si existe o si la mayoría de la gente la tiene. No sé dónde está la mía, quizás está donde menos la busque.»