CARTA XII

Publicado por eugenesia
«Hace unos años, cuando retomé terapia por decimo octava vez aproximadamente, la que fue mi terapeuta me recomendó un ejercicio para poder dormir (vaya novedad, yo sin poder dormir) en fin, el ejercicio consistía en recostarme en mi cama, cerrar los ojos y pensar mi día, pero no linealmente si no, desde que me acosté en la cama hacia atrás, en este momento no estoy en la cama por si funciona y me duermo en mitad del experimento, voy a intentar recordar mi noche, lo que tenía planeado y demás. Fui al baño, me lavé las manos, me saqué la camisa, prendí la estufa, cerré la puerta de mi habitación, corroboré y efectivamente no había gaseosa en la heladera, caminé por el pasillo, cerré la puerta de calle, bajé del colectivo, noté que una chica me miraba, su novio también, pero ella me miraba más, los observaba en el colectivo mientras estaba viniendo, ella tenía una trenza larga, hermosa, de pelo negro, hubiese sido más linda si el pelo no lo hubiese teñido, el novio, como de costumbre, una cara de pelotudo terrible, me cambié de asiento porque un borracho se sentó en el asiento delante al mío y abrió la ventana, entre el olor y el frío me cambié de lugar y me senté detrás de la pareja que ya comenté. El colectivo iba rápido, un par de semáforos (por no decir siete) los pasó en rojo. A mí no me molesta, pero Rivadavia estaba llena de canas, no subió ninguno, había tres pendejos molestos que me rompían un poco la cabeza con la música y colgándose del colectivo y pateando asientos, somos todos machos hasta que suben tres pendejos molestos. El colectivo llegó rápido, del evento al que fui me escapé, prácticamente porque tenía miedo de quedarme dormida y no era un lindo lugar para quedarse dormida. Escuché un par de poemas y la única frase que me acuerdo es «llorar tapándome la cara para que nadie me vea», había ido para no llorar y alguien osa decir la palabra llorar, obviamente me largué a llorar. Me molesta la gente que lee sus cosas y las lee mal, también que haya poca luz para leer, me desagrada, me duelen los ojos. Me molesta que la gente grite teniendo un micrófono delante, me rompe las pelotas. Me rompe las pelotas que el final del poema quede del otro lado de la hoja y que tengan que dar vuelta la hoja para leerlo, alguien que no sabe cómo termina su poema, no merece ser llamado poeta. Eran todos de la camada 'leí Pizarnik y Girondo y me inspiró para hacer esto', si Pizarnik lee eso, se suicida otra vez. Todos los que leyeron, justificaban por qué su poema se llamaba así, para mí, es como explicar un chiste, no me gusta. Era un antro de cinco por tres, gente tomando cerveza en vasos gigantes y fumando en un lugar donde no se podía fumar. El fotógrafo se quemó la mano por fumar sacando una foto, casi me río, pero estaba todo tan en silencio que preferí no decir nada. Había gente rara, gente sucia, gente con olor a hamburguesa comprada en un quiosco, chicas con vestidos de tienda de ropa usada y chicos con rastas. Chicas con anteojos que parecían simular miopía, gente de La Plata que no sabía leer, otro chico que gritaba y uno que aplaudía a destiempo. Nunca voy a encajar en ningún grupo, lo sé, pero ningún grupo hace el esfuerzo para que yo encaje. Caminé unas cuadras para llegar al lugar, no lo conocía, había un mono en la puerta que me dejó pasar haciéndose el gracioso pidiéndome el documento, atiné a sacarlo y me dice 'no, no hace falta'. Entré con cara de culo y me fui con cara de culo. El viaje de ida duró poco, poca gente, se me sentó al lado una chica con un bebé de esos que huelen a leche cortada, ella olía a chicle de menta, casi me descompongo, de repente veo que sube una chica muy linda, se sentó de tal manera que yo la veía, en esos asientos que son al revés, muy bonita, sacó algo de la cartera y de repente, sí, lo que yo pensaba, un chicle, se puso a masticar el chicle y parecía un camello de los reyes magos. Todo lo lindo que tenía se fue a la mierda por ese chicle del orto. El bebé lloraba, el chofer había puesto una música de mierda y un matrimonio de viejos se quejaba del canal de Rusia que dijo la Presidente (cosa que no me asombra). Maldije no tener auriculares, no los llevé por boluda, decidí salir para no quedarme en casa insultando a la nada y llorando en mi cama. Tomé el interno trescientos seis de la línea treinta y seis. Supuse que vendría puntual, empecé a caminar rápido y ahí estaba, viajé sentada, de lado del pasillo, hice abuso de las leyes de la física para no caerme, mi compañero de asiento era bastante culo gordo, quedaba parte del mío fuera del asiento, subió una señora y me hice la boluda, otra me preguntó por una calle que no conocía y siempre hay un viejo que escucha todo y responde (para mí, se quería levantar a la vieja). Me bañé, me encremé, me perfumé. Antes de salir había llegado padre, odio que le dé de tomar agua del bidet al perro, o que le hable como humano. Esto del ejercicio de recordar el día es bastante agotador, voy a seguir otro día, me pudrí.»